Julián Bacaicoa ha alcanzado la cúspide en su profesión y se ha convertido en el más connotado médico español especializado en oncología. Ha dedicado todos sus esfuerzos, su tiempo y su vida a la curación del cáncer. Ha recorrido el mundo cosechando aplausos y reconocimientos, llegando al vértice del prestigio humano. Su satisfacción y su orgullo no tienen límites. Es un hombre seguro de sí mismo, de su valía, de su poder. Mal que mal ha salvado la vida de incontables enfermos. Pero, ¿ha salvado su propia vida?
Llegado el momento en que todo tiene su final, ya anciano y enfermo, Julián se enfrenta a su propia existencia, marcada por una angustiante soledad. Poco a poco van apareciendo en su mente los años transcurridos, su actuar en cada circunstancia. Aunque no lo quiera, resulta inevitable que se pregunte si logró alcanzar la felicidad, y más aún, si consiguió hacer felices a quienes le rodeaban. Julián hace un doloroso recorrido en su afán de llegar a la verdad.
Una obra emocionante e inolvidable que lleva al lector no solo a cuestionarse lo que significa verdaderamente vivir, sino a un mundo de esperanza y de perdón.
Valor: $14.000
Después de una juventud marcada por problemas con su padre, Julián se convierte en el más exitoso y reconocido médico oncólogo de España. Sus incontables logros profesionales llenan su ego de orgullo y satisfacción. Es un hombre seguro de sí mismo, de su valía, incluso de su poder. Sin embargo, ahora, anciano y enfermo, se enfrenta a las últimas horas de su existencia. Ha salvado muchas vidas, ni siquiera recuerda cuántas, pero su propia vida, ¿la ha salvado? Por su mente desfilan recuerdos a una velocidad vertiginosa, mientras revive toda su existencia. Es un largo recorrido, un camino de dolor, que conduce a Julián al encuentro con su verdad, con la verdad.
Obra de emotiva carga emocional, el autor lleva al lector a un mundo de esperanza y perdón.
Primera novela del chileno Cristián Sahli (1975), con la que ha obtenido el II Premio Literario Didaskalos, que otorga la misma editorial en la que ha sido publicada. La narración, muy bien llevada, se centra en unas pocas horas, las finales, de un oncólogo español, Julián Bacaicoa, una eminencia internacional en el tratamiento de la leucemia aguda infantil.
A sus 93 años, el doctor se encuentra en una situación límite, cuidado por David, el enfermero de la residencia donde lleva años ingresado. Viudo, solo recibe las visitas de su hija Carmen, que vive en Barcelona. Su otro hijo, Antonio, lleva más de cuarenta años viviendo en Buenos Aires y no existe ninguna relación entre ambos. Durante toda su vida, Julián ha sido una persona autosuficiente, que ha tenido un trato distante con las personas con las que ha trabajado y, lo que es peor, hasta con su propia familia. Ahora, la soledad es su compañera habitual en la residencia. Y solo David le trata con cariño.
En su agonía, un torrente de recuerdos le lleva a repasar de manera muy crítica su existencia, y descubre en esas horas sus numerosos errores, que se concentran en la dedicación enfermiza y desmedida a su carrera profesional, en detrimento de sus obligaciones familiares.
No creía en ningún sentido de la trascendencia ni que el ser humano tenga un componente espiritual. Sin embargo, en esas horas finales, aunque sabe que quizá es demasiado tarde, se da cuenta de la vida fracasada que ha llevado. Los recuerdos le atormentan, y en el repaso que a toda velocidad hace de su vida –que el autor condensa de manera muy acertada–, surge de pronto la necesidad de pedir perdón, además de entrarle la duda de si el hombre es, en definitiva, solo materia.
Sahli consigue penetrar en el alma angustiada de Julián Bacaicoa y reflejar sus dudas finales y sus sentimientos más profundos. Y lo hace con un estilo transparente, sencillo, directo, con el que retrata una vida con muchos claroscuros, a pesar de la imagen exitosa que desprendía su trayectoria profesional.
En La muerte de Iván Ilich, León Tolstoi habla de un importante juez que, con cuarenta y cinco años, enferma de gravedad y, en el tiempo que tarda en morir, adquiere una progresiva lucidez para enjuiciar su vida anterior, compara su vida con la de su bondadoso cuidador, entiende que no había vivido como debía y, aunque trata de justificarse, al fin reconoce que «no había nada que defender».
El mismo esquema sigue, pero dando un paso más, La agonía de Julián Bacaicoa, de Cristián Sahli Lecaros: un prestigioso oncólogo, experto en la leucemia infantil, está muriéndose a los 93 años; mientras el enfermero de la residencia le atiende con gran bondad, a lo largo de unas pocas horas rememora su vida. Recuerda su brillante carrera profesional y su poco interés por su vida familiar, que le supuso la enemistad con su hijo, que su esposa le dejase y se marchase a Argentina, y que su trato con su hija Carmen sea escaso.
Todo está contado con sencillez, con precisión en las referencias médicas, y con fluidez a la hora de llevar la narración del pasado al presente y del presente al pasado. El enfermero intenta serenar los pensamientos angustiosos del paciente, haciéndole ver todas las cosas buenas que hizo en su vida, pero también se plantea la gran dificultad de «confortar a un enfermo que piensa que la muerte es el punto final». El enfermo reflexiona en el empeño de toda su vida por el prestigio profesional, un ídolo al que lo sacrificó todo.
La novela conmueve, sobre todo si a nuestro alrededor conocemos situaciones semejantes, tan difíciles de recomponer, en las que se ve cómo los mayores éxitos profesionales nunca compensan los fracasos personales y familiares. El relato hace pensar al lector en la necesidad de perdonar y de pedir perdón, que puede sentirse al final de la vida con tanta fuerza, y también en el dolor permanente que dejan las oportunidades de reconciliación perdidas, en este caso y en especial, entre padres e hijos.